
Brasilera preciosa y elegante
Luego sacó un destornillador, se acercó a mí, lo introdujo en la cerradura de mi cinturón y con varios golpes de martillo invalidó sin remedio la cerradura. Yo seguía mirando sin pensar lo que estaba pasando, atado a la cama, excitado como nunca, prisionero, para siempre esclavo de mi ama.